Lección 2: Estás escribiendo, y eso ya es mucho

Reflexión motivadora para escritores noveles: por qué escribir ya es una victoria en sí misma y cómo valorar cada palabra escrita en el camino creativo.

8/18/20252 min read

Hay algo que solemos pasar por alto: el simple hecho de escribir ya es un triunfo. No importa si hoy has llenado diez páginas o apenas una línea; lo importante es que has vencido a la inercia del silencio, al vértigo de la hoja en blanco, a esa voz interior que dice “no vale la pena”. Cada palabra puesta en el papel o en la pantalla es un acto de coraje. Y créeme, eso ya es mucho.

Vivimos en un mundo donde todo va deprisa. Donde se premia la inmediatez, la respuesta rápida, el consumo fugaz. Frente a esa corriente imparable, escribir es como plantar los pies en el suelo y decir: “Aquí estoy. Esto que siento, esto que pienso, merece su tiempo.” Puede que no te des cuenta, pero cada vez que escribes, aunque sea un párrafo torpe o una nota suelta, estás reclamando tu derecho a expresarte, a existir de otra manera.

Tu motor creativo para escribir —esa razón íntima que exploramos en la primera lección— se alimenta de estos pequeños gestos. Porque escribir no siempre significa crear grandes obras, ni mucho menos publicar. Significa mantener viva una llama que te conecta contigo mismo. Escribir es volver a ti, una y otra vez, incluso cuando dudas, incluso cuando piensas que lo tuyo “no es suficiente”.

¿Sabes una cosa? Nadie puede escribir lo que tú escribes. Nadie. Esa unión única de recuerdos, emociones, obsesiones y miradas al mundo solo la tienes tú. Puedes pensar que tu historia no es importante, que no tiene la épica de una gran novela o la brillantez de un clásico, pero eso es un espejismo. Tu voz es irrepetible. Y cada vez que te atreves a usarla, aunque sea en una página privada que nadie leerá, estás creando algo valioso.

A menudo nos obsesiona la idea de publicar, de ser leídos, de recibir reconocimiento. Y claro que es legítimo desearlo. Pero no olvides lo esencial: escribir ya tiene valor en sí mismo, aunque no llegue a ninguna estantería. No estás perdiendo el tiempo cuando escribes. Estás entrenando tu mirada, estás afinando tu voz, estás construyendo un camino. Y ese camino ya es un logro.

Un borrador lleno de tachones, un poema que no termina de sonar, una historia que se queda a medias... todo eso forma parte de tu proceso. Todo eso es material valioso. Escribir no es una línea recta, es un laberinto lleno de pruebas, de intentos, de páginas que a veces parecen inútiles pero que te llevan, paso a paso, hacia algo más grande.

Así que celebra cada palabra, aunque sea imperfecta. Celebra cada rato que pasas escribiendo, aunque te parezca poco. Celebra incluso los días en que apenas avanzas, porque esos también cuentan. Lo importante no es la cantidad ni la perfección: lo importante es que no has dejado de escribir.

Piensa en ello de esta manera: cada vez que escribes, te estás diciendo a ti mismo “mi voz importa”. Y eso, en un mundo que a menudo quiere silenciarnos o distraernos, es un acto de valentía.

La próxima vez que dudes, que sientas que no vale la pena, que tu historia no interesa a nadie, recuerda esto: ya estás escribiendo, y eso es mucho más de lo que crees. Porque cada palabra que escribes hoy es un ladrillo en la casa de escritor que estás construyendo. Y llegará un día en que mires atrás y te des cuenta de que, gracias a esos pequeños ladrillos, ahora tienes un hogar entero hecho de palabras.

Por mucho ruido que escuches a tu alrededor, no te detengas.