Lección 7: La importancia de estudiar para escribir mejor

Escribir no es solo inspiración: también es técnica. Descubre por qué todo escritor necesita estudiar conceptos narrativos y cómo aplicarlos.

9/22/20254 min read

Existe una creencia muy extendida entre los escritores noveles: la idea de que el talento y la inspiración bastan. Que un escritor “nace”, que las buenas historias se escriben solas, que el oficio es cuestión de magia. Pero lo cierto es que, sin estudio, esa inspiración pronto se desvanece. Una idea brillante puede perderse en un mar de páginas mal estructuradas; un personaje interesante puede quedarse plano si no se comprende cómo dotarlo de profundidad; una historia que podría emocionar acaba pareciendo caótica porque carece de ritmo.

Laura lo vivió en sus propias carnes. Cuando comenzó a escribir su primera novela, lo hizo con una energía desbordante. Tenía escenas claras en la cabeza, personajes que le parecían vivos y frases que surgían solas como si los propios personajes abandonaran las páginas para encarnarse frente a ella. Durante semanas avanzó con entusiasmo, convencida de que lo que tenía entre manos era algo único. Pero a medida que la historia crecía, empezaron a aparecer las grietas. Sus personajes se parecían demasiado unos a otros, la trama se deshilachaba en varias direcciones, y muchas páginas parecían no llevar a ninguna parte. Lo que al principio era entusiasmo se convirtió en frustración.

Fue entonces cuando decidió estudiar. No en un sentido académico rígido, sino con curiosidad. Empezó a leer manuales de narrativa, a investigar qué era exactamente un conflicto dramático, cómo se construye un arco de personaje, qué significa el punto de vista y por qué importa tanto. Descubrió la existencia de estructuras narrativas como el viaje del héroe o los tres actos, y entendió que esos modelos no eran cadenas que coartaba su libertad creatividad, sino los cimientos sobre los que tenía que construir.

Con cada concepto nuevo que aprendía, Laura sentía como sus ideas tomaban más forma y no se tambaleaban a la primera pregunta. Un día comprendió por qué un diálogo suyo sonaba falso: no estaba escrito desde la voz real de cada personaje, sino desde su propia voz repetida. Otro día descubrió que las escenas que se le hacían interminables carecían de tensión porque no había nada en juego. Lo que antes era un muro incomprensible empezó a ser un rompecabezas que podía resolver con las herramientas de las que se estaba sirviendo.

El estudio no mató su espontaneidad; al contrario, la potenció. Porque cuando conoces las reglas, tienes la libertad de romperlas intencionalmente sin crear caos. Como un músico que improvisa mejor después de aprender escalas, o un pintor que desarrolla su estilo después de dominar la anatomía, un escritor encuentra su voz con más claridad después de conocer las herramientas que tiene a su alcance.

Laura también aprendió a leer de otra manera. Ya no solo disfrutaba de las historias, sino que las analizaba con lupa. Se preguntaba cómo ese autor había logrado que un personaje resultara tan real con apenas dos frases, o de qué manera una novela mantenía el suspense capítulo tras capítulo. Convertirse en una lectora atenta le dio una segunda escuela, más poderosa que cualquier manual, pues aprendía directamente de los maestros, no para imitarlos, sino para comprender los engranajes ocultos que hacían funcionar sus obras.

Estudiar, sin embargo, no significa acumular teoría sin fin. Hay un peligro en obsesionarse con aprender y posponer la práctica. Laura comprendió que debía equilibrar las dos cosas: escribir y estudiar, aprender y aplicar. Por eso creó un pequeño cuaderno de aprendizajes donde anotaba cada nuevo concepto junto a un ejemplo y una idea de cómo podía usarlo en su propia novela. Ese cuaderno se convirtió en algo imprescindible en su vida, un recetario de todo lo que iba incorporando a su oficio.

Con el tiempo, Laura dejó de ver la escritura como un acto aislado de inspiración, y empezó a verla como un trabajo vivo, en el que la creatividad y el conocimiento se abrazan. Escribir sin estudiar puede condenarte a repetir siempre los mismos errores, y estudiar sin escribir te convierte en un teórico que nunca crea. El verdadero escritor unifica ambos mundos. Escribe mucho, se equivoca, reflexiona, aprende, mejora y vuelve a escribir.

Y es que la importancia de estudiar no está en coleccionar definiciones, sino en darle a tu voz las herramientas que necesita para ser escuchada con más claridad. El talento en bruto es valioso, pero la técnica lo pule, lo fortalece y lo prepara para llegar más lejos.

✍️ Ejercicio práctico: tu cuaderno de aprendizajes

Haz como Laura. Consigue una libreta o abre un documento en tu ordenador o usa el bloc de tu teléfono móvil que sea solo para tus aprendizajes de escritura. Cada vez que leas un libro, hagas un curso o descubras algo nuevo sobre narrativa, anótalo ahí. Escribe no solo la definición del concepto, sino también un ejemplo que hayas encontrado y una idea de cómo podrías aplicarlo en tus propios textos.

Por ejemplo:

  • Concepto: Arco de personaje.

  • Ejemplo: En Crimen y castigo, Raskólnikov pasa de la justificación al remordimiento y luego a la redención.

  • Aplicación: Mi protagonista podría empezar siendo egoísta y aprender a sacrificarse por alguien más.

Con el tiempo, ese cuaderno se convertirá en tu caja de herramientas personal, un mapa al que podrás volver una y otra vez cuando sientas que te pierdes. Y cada vez que lo abras, te recordará que escribir no es solo cuestión de talento, sino también de aprendizaje.

📚 Anotación final: lecturas recomendadas

Una última cosa, el estudio también necesita guías, y a lo largo de mi propio camino como escritor he encontrado libros que me han resultado especialmente útiles. Si quieres empezar a armar tu propia biblioteca de aprendizaje, te recomiendo tres títulos que me han acompañado y que considero fundamentales:

Cada uno de estos libros es una herramienta valiosa. No se trata de leerlos de un tirón, sino de consultarlos, subrayarlos, volver a ellos en distintos momentos de tu proceso. Igual que Laura, descubrirás que cada concepto aprendido no te resta libertad, sino que amplía enormemente las posibilidades.