Lección 3: ¿Para quién escribes?
Reflexión para escritores noveles sobre la importancia de descubrir para quién escribimos. Una lección motivadora para encontrar la voz y el rumbo en la escritura.
8/25/20253 min read
Otra de las preguntas más poderosas que puede hacerse un escritor es para quién está escribiendo. No lo decimos mucho, porque parece más poético pensar que escribimos “para el mundo” o “para todo aquel que quiera leerme”, pero la verdad es que, si no sabes a quién te diriges, tu voz se dispersa.
Detrás de cada texto siempre hay un destinatario, incluso cuando no lo reconocemos. Puede ser un lector imaginario, puede ser tu propio yo del pasado, puede ser alguien real a quien nunca le dirás que lo escribiste pensando en él. Saberlo no limita tu escritura, al contrario, la enfoca y le da sentido.
Piensa por un momento: ¿qué pasaría si tus palabras fueran una carta? ¿Quién estaría del otro lado? Esa persona —o esa imagen de lector— cambia por completo la forma en la que escribes. Si escribes para ti mismo, quizá tu tono sea íntimo o incluso confesional. Si lo haces para un lector joven, buscarás frescura y claridad. Si lo haces para un público amplio, pensarás más en cómo conectar y emocionar.
No hay una respuesta correcta, pero sí hay algo esencial: reconocerlo. Escribir para todos es, en realidad, no escribir para nadie. Cuando te permites imaginar un lector concreto, tus palabras encuentran un camino más nítido.
Y aquí está lo verdaderamente hermoso de este concepto y que yo he experimentado cientos de veces. Ese “lector” que imaginaste no se parece en nada al que acaba encontrando tu obra. Personas completamente opuestas a mi lector imaginario han venido a felicitarme o a criticarme por mi obra, pero cada uno era distinto al anterior. Cuando comienzas a escribir jamás puedes imaginar que acabarás emocionando a un desconocido al otro lado del mundo, de hecho, a muchos ni los conocerás, pero ellos a ti sí. La fuerza con la que la escribiste está en ese origen, en haber sentido que alguien te escuchaba mientras la escribías.
Muchos escritores noveles sienten vértigo ante esta pregunta. “¿Y si no tengo un lector? ¿Y si nadie quiere leerme?” La respuesta es más sencilla de lo que parece: al principio, escribe para ti. Escribe porque lo necesitas, porque lo disfrutas, porque es la manera en que entiendes el mundo. Tu primer lector eres tú mismo, y eso basta para empezar. El resto vendrá después.
Lo importante es no caer en la trampa de escribir solo para agradar, de moldear cada frase pensando en lo que esperarán otros. Ese camino es peligroso porque conduce a la autocensura y al bloqueo. Tus lectores, los auténticos, no quieren una voz que imite o que intente complacer; quieren tu voz, con sus rarezas y con su verdad.
✍️ Para el ejercicio de esta lección te propongo un reto muy sencillo, escribir la misma carta para distintas personas.
Imagina que quieres contar una noticia personal o narrar una pequeña historia.
Redáctala (la misma historia, noticia etc) como si se la dirigieras a:
a) Tu mejor amigo/a.
b) Un desconocido en el metro.
c) Un niño de 10 años.
d) Un lector del futuro que no conoces.
Observa cómo cambian tu tono, tus palabras y tu manera de expresarte en cada versión.
Este ejercicio te mostrará algo esencial: la voz de un escritor también depende de quién recibe las palabras. Reconocer a tu lector objetivo transforma tu escritura más de lo que imaginas.
Entonces, ¿para quién escribes? Anótalo en un papel. ¿Es para ti mismo? ¿Para esa versión tuya que necesitaba una historia como esta? ¿Para alguien que ya no está? ¿Para el lector que soñaste cuando empezaste a leer de niño? Cada respuesta es válida, y cada una te ayudará a entender mejor lo que quieres transmitir.
En esencia, escribir es un acto de comunicación. Siempre hay alguien al otro lado, aunque sea tu propio reflejo. Descubrir quién es ese alguien puede darle a tu escritura una claridad nueva, una brújula que te recuerde por qué y cómo estás escribiendo.
Así que hazte esta pregunta, y respóndela con honestidad: ¿para quién escribes? Tal vez descubras que la respuesta es más liberadora de lo que imaginabas.