Lección 13: Construir personajes II. Las motivaciones y los conflictos internos

Ningún personaje está completo sin conflicto. Aprende a escribir personajes que viven, sienten y se contradicen, impulsados por deseos y mentiras que los definen.

11/24/20254 min read

A los personajes se les suele mirar desde fuera. Les damos un nombre, una edad, una profesión, tal vez un pasado difuso. Esas son las primeras pinceladas o la carta de presentación que se le da al lector, pero lo realmente interesante es lo que se oculta a simple vista, lo que se va desentrañando cuando el personaje entra en acción y no es lo que parecía al principio. Sin eso, no hay vida. Solo un propósito en la trama.

Laura creía que al principio bastaba con definir bien a sus personajes: saber dónde vivían, cómo hablaban o qué querían. Pero, con el tiempo, notó que algo no funcionaba. Sus personajes eran coherentes, pero no estaban vivos. Reaccionaban, sí, pero eran solo un recurso. Hasta que un día descubrió una verdad sencilla: lo que un personaje cree que quiere rara vez coincide con lo que realmente necesita.

Esa fisura entre el deseo aparente y el deseo profundo es donde nace el conflicto. Escribir buenos personajes es aprender a dotar de conciencia a un ser inanimado.

Un personaje puede decir “quiero ser libre”, pero lo que realmente busca es sentirse digno. Otro puede afirmar “quiero amor”, cuando en realidad lo que necesita es perdonarse así mismo o reconciliarse con el pasado. La conexión con el lector se crea cuando no son las palabras del personaje, sino sus actos al enfrentarse al miedo y la adversidad, las que revelan su auténtica naturaleza. Ahí está la humanidad.

El conflicto interno es la raíz invisible que alimenta todo lo visible. Sin él, las decisiones no tienen ningún sentido, parecen más una rabieta de niño que solo desea lo evidente porque no ha tenido ningún recorrido previo en el juego de la vida. El conflicto externo —la guerra, la pérdida, el amor no correspondido— solo importa si refleja una batalla más profunda que ocurre dentro del personaje. Macbeth no cae por la ambición, sino por su incapacidad de convivir con la culpa. Frodo no se corrompe por el anillo, sino por el miedo a que el poder lo defina, es susceptible porque la carga que lleva es autoimpuesta y es el único que se considera digno de decidir el destino de todos.

El verdadero drama ocurre dentro.

Esa tensión interior suele sostenerse en una mentira. Una idea falsa que el personaje necesita para seguir adelante. “Soy fuerte.” “No necesito a nadie.” “Puedo controlarlo todo.” “El amor no existe.” Sin esa mentira, se derrumbaría. Sin embargo, la historia está ahí para desmentirla y abrirle los ojos a la realidad. La narración entera se convierte, sin que el personaje lo sepa, en el proceso de derribar su propio engaño. Y, cuando finalmente lo hace, cambia y también cambia al lector. Ese cambio —mínimo o devastador— es lo que da sentido a la historia y a la inclusión del personaje en la trama.

Laura empezó a escribir con esa idea en mente. Ya no pensaba tanto en la trama sino en lo que sus personajes harían con ella (o ella con sus personajes). Se preguntaba qué mentiras sostenían los actores principales, qué heridas los hacían actuar como lo hacían. Descubrió que no hacía falta escribir biografías interminables, pues bastaba con conocer la herida original. El momento, aunque no se narre, que definió su modo de ver el mundo. Un personaje no teme por casualidad, ni desea al azar. Todo deseo es una respuesta a un estímulo interno.

Cuando Laura comprendió eso, sus personajes comenzaron a moverse solos. Ya no necesitaban que ella los empujara de manera artificial. Eran sus miedos y sus contradicciones los que los mantenían en marcha.

Si lo piensas, es algo bastante lógico. Todo personaje se equilibra entre dos fuerzas: la que lo empuja a cambiar y la que lo retiene. La verosimilitud no radica es cuál vence, sino el movimiento entre ambas. Algunos cambian, otros no pueden hacerlo, y esa imposibilidad es también una forma de tragedia. Un personaje puede morir sin haber cambiado, pero el lector entenderá que la vida le ofreció la oportunidad. Esa es la verdad que buscamos en muchas tramas, la posibilidad del cambio. Volviendo a El señor de los anillos otro gran personaje es Gollum, el cual es incapaz de obtener redención(a pesar de que se le da la oportunidad) y no evoluciona en su relación con el Anillo Único, sino que va fluctuando entre una supuesta bondad que solo muestra para mantearse cerca del portar y la lealtad absoluta al anillo.

Los personajes que recordamos no lo son por su inteligencia o su belleza, sino por su coherencia emocional. Actúan de acuerdo a su herida, incluso cuando mienten. No se comportan “bien” o “mal”, sino acorde a sus intereses propios. La autenticidad narrativa consiste en permitir que tus personajes sean libres dentro de sus límites. Que se equivoquen, que se hundan, que hagan daño, pero siempre desde una verdad íntima que tú, como autor, conoces, y que el lector va descubriendo.

En eso consiste el oficio de escritor, en mirar sin juzgar. Comprender que incluso el villano tiene miedo, y que ese miedo es lo que lo hace humano.

Vamos a profundizar en otro gran personaje de la literatura y cine, Michael Corleone. Cuando El Padrino comienza, Michael aparece como un joven educado, alejado del negocio familiar. Es un exmilitar condecorado, tranquilo, racional e incluso tímido. No tiene la dureza de sus hermanos ni la ambición de su padre. Lo que quiere, al principio, parece sencillo: vivir su propia vida, lejos del crimen y de la sombra de su familia. Pero debajo de esa superficie late su conflicto interno: la necesidad de sentirse digno de su padre.

Michael ama a Vito Corleone y también le teme Lo admira, pero reniega de su legado. Y esa lucha interna—ese quiero ser distinto, pero no puedo dejar de ser su hijo— es el eje que define toda su evolución. El deseo consciente de Michael es la independencia. Su deseo inconsciente, sin embargo, es el respeto. Y la mentira que lo sostiene es: “Puedo proteger a mi familia sin convertirme en uno de ellos.” Toda la saga gira en torno a la destrucción de esa mentira.

Cuando se entienden este tipo de conceptos y se trabajan, escribir personajes deja de ser un ejercicio de invención y se convierte en un acto de observación. Saca los personajes de tu mente, de tu inventiva y simplemente obsérvalos y escribe acorde los actos que harían de manera natural.

✍️ Ejercicio práctico

Elige a tu protagonista y escribe un pequeño monólogo interior. No sobre lo que piensa o hace, sino sobre lo que evita decir. Escríbelo como si no lo fuera a leer nadie, como una confesión. Disóciate y métete en la mente de la persona. Si logras que el personaje revele algo que ni tú habías visto, has encontrado su conflicto.

👉 En la próxima lección, profundizaremos en la evolución del personaje.